lunes, 27 de agosto de 2007

Malos y malditos (divagaciones no correlativas)

Título de un ensayo de Fernando Sabater, que no es que recomiende especialmente, es algo superficial. Igual que "ética para Amador", que aunque también superficial, pone las bases filosóficas de la ética al alcance del vulgo, pero éste sí que lo recomiendo especialmente para adolescentes y para todo el que no se lo haya leído. En otro post, daré referencias bibliográficas específicas para la formación moral de mi distinguido público (recordádmelo si me olvido).


La maldad no existe, aunque cueste creerlo. La mayor parte de las veces, es una forma diferente de la bondad. Los malos son simplemente "buenos diferentes". No tenemos que monopolizar la bondad, nuestro punto de vista y nuestro criterio moral es absolutamente individual, y además cambiante según las circunstancias. En cuanto hubo tres personas en el mundo, surgió la figura del Juez, que viene de justicia, no de leyes. Desgraciadamente, otra de las facetas que degeneran en este posible ócaso de nuestra civilización es que los jueces ya no se preocupan de ser justos, sino de aplicar las leyes que sean, y el que venga detrás que arree (nadie se salva hoy de esta decadencia, empezando por nosotros los dentistas, que conste).
La maldad tampoco existe, de la misma manera que no existe el frío, tan sólo ausencia de calor, de energía. La maldad podemos decir que es la entropía, la tendencia destructiva, caótica, desorganizativa, a la que se opone la conciencia, con su búsqueda de la armonía, la belleza, de Dios... Creo que ya hice un post sobre la conciencia, que es uno de los misterios insondables.

Los orientales definen el bien y el mal en su filosofía básica de Yin y Yang, como dos polos opuestos, dos fuerzas de sentido contrario, pero no de que una quiere ganar a la otra, sino de que precisamente la existencia del bien induce (acción-reacción) la creación del mal, no para ganar, sino para mantener el "equilibrio Cósmico". Lo alto lo es precisamente porque existe lo bajo, la belleza por la fealdad... (Tao Te King, el libro del camino, ya comentado en algún post antiguo).
No solo eso, sino que el mal es absolutamente necesario. Sin mal, no sentiríamos la necesidad de practicar y fomentar el bien, no se desarrollaría el sentimiento humano, se atrofiaría. Además, cuando nos hacen daño es porque nos duele, porque tocan la verdad. Los únicos que pueden hacernos realmente daño, somos nosotros mismos, todo lo demás (que me quede ciego, cojo, paralítico....) no es daño, simplemente es una merma de mis facultades. Sentirme despreciado, engañado, robado... duele hasta que me conformo con lo que tengo, y automáticamente, puede quedar un rescoldo, pero con voluntad, se supera. Sentirse inútil, estar enganchado a las drogas, pensar en una existencia vacía... cuesta un poco más, pero el daño es propio, no ajeno, está en nuestras manos que no nos duela, los demás ayudan y poco más.

Precisamente por eso, los malos tienen la obligación de ser malos, para que nosotros podamos mejorar (si quieres saber cómo eres, pregúntale a tus enemigos; suelen tener razón). Cuando nos dicen algo malo, tristemente es que tiene razón. Me remito al post de "palabras", buenas y malas, con amor y sin amor. Es importante pues agradecerles que sean malos, y como dice Savater en su libro, casi siempre los pobres malos son malos porque están malditos, no porque deseen hacer el mal. ¿Vosotros conoceis a alguien que desee hacer daño gratuito? Yo sí, pero en momentos muy puntuales que por respeto obvio detallar, y afortunadamente eso nos hace más fuertes.

Tenemos el derecho y la obligación de defendernos del daño en la misma medida que se nos quiera hacer, no es lógico defenderse con medios desproporcionados. La legítima defensa es justa, en su medida.


Los malos, por eso, están siempre recibiendo leña, forma parte de su triste destino. Cuando los malos van por el mundo maleando, el mundo crea a a su alrededor una coraza, una barrera de espinas, lo cual no quita para que, claro está, consiga alguna recompensa más que los buenos; y cuando uno uno es un pedazo de pan, a su alrededor se establece un círculo positivo de bondad, que le favorece, aunque de vez en cuando le caigan algunas tortas, claro. Léanse las Bienaventuranzas, del Evangelio.

Bert Hellinguer (también citado anteriormente) hace un soberbio estudio sobre lo que él llama "víctima" y "verdugo", figuras psicológicas. Mientras se trate de criminalizar, los maridos seremos siempre maltratadores de nuestras angelicales esposas, los empresarios seremos siempre vampiros de nuestros trabajadores, los etarras serán (ahora ya utilizo la 3ª persona, claro) bestias sanguinarias sedientas de sangre... Pues no, la cosa no es tan maniquea como parece, conviene hacer un análisis desapasionado y racional, las cosas cambian mucho. Y ese análisis hay que hacerlo considerando que el verdugo también sufre, y es muy importante reducir ese sufrimiento. En caso contrario, no arreglaremos nada, seguiremos como estamos.
En fin, que no tiene remedio. Habrá siempre personas malas y buenas, indios y vaqueros. Ahora está de moda decir que los indios eran buenos, y los vaqueros que los mataban malos... Bueno. Pues sí, pero tampoco.

Siempre hay que (a uno mismo o al prójimo):
1º: detener el daño, que cese el agente causante del daño, y minimizarlo
2º: preguntarse qué ha hecho la víctima para merecerlo (si estaba en misa y le cae un meteorito, pues está claro que no ha hecho nada, claro). Suele haber factores de riesgo asumidos voluntariamente por la víctima.
3º: tomar el daño como una prueba que debemos superar, para hacernos más fuertes.
5º: sea lo que sea, pase lo que pase, seguir viviendo y disfrutando, que es de lo que se trata.
6º: ¿cómo hacer esto? ¡Aaaaaah..... ! eso es lo difícil, y te toca a tí.

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