lunes, 8 de noviembre de 2010

Deprisa deprisa...

Hace tropecientos años, el trabajo era duro. Antes de inventar la fregona, antes de descubrir telepizza (no hice la guerra, pero mi Papá me contaba cosas) el acarreo y preparación de la intendencia y de todo se hacía mediante el abundante esfuerzo (¡y sin desodorante..!) para casi todas las clases sociales.
Hoy no. Hoy sólo lo hacemos deprisa deprisa, pero sin cansarnos. Y con la intrusión de internet, deprisa deprisa deprisa. Y estamos mal preparados para ello.
Hay muchos métodos de pararte un poco; por el momento, uno de los más sencillos y asequibles es la meditación, o reseteado mental. El sueño se supone que también debe servirnos para eso, pero para ello, necesitamos silencio acústico, luminico, electromagnético, psíquico, y unos cuantos más que nos lo montamos de miedo para no tener ninguno.
Mi inducción al sueño empieza con un libro un poco tostón, que no masoca. Y va de cine. El último sobre el trance Ericksoniano, regalado y editado por Eduardo. Genial.

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