miércoles, 11 de julio de 2012

EL HOMBRE QUE MEDÍA DEMASIADO

(tomado del DdN del 4 de Julio)


No llegó a la categoría científica de su primo, Charles Darwin, pero Francis Galton fue sin duda un hombre singular, que tuvo éxito en algunas de sus aportaciones pero fracasó en otras. Fue peculiar cuanto menos por la cantidad de disciplinas a las que se entregó. En la mismísima Wikipedia le califican de "polímata, antropólogo, geógrafo, explorador, inventor, meteorólogo, estadístico y psicólogo".

Tras estudiar Medicina y viajar durante unos años, su primer interés fue la meteorología, y de hecho fue el primero en utilizar la palabra 'anticiclón' para referirse a las masas de aire cálido que sue­len significar buen tiempo. Fue también de los primeros en usar de modo sistemático mapas del tiempo. Al poco de que su primo editara el célebre "El origen de las especies", viró su trabajo hacia la herencia genética y la antropología Popularizó la teoría de que los hijos eran una categoría intermedia entre los dos padres, cuyas ca­racterísticas se mezclaban entre sí. Mendel había demostrado que las cosas no funcionaban exacta­mente así, pero Galton no conocía los trabajos del monje austríaco.

Pero si algo hizo con profusión este británico, eso fue medir cosas. De hecho, algunas de sus investigaciones sirvieron para desarrollar herramientas muy útiles en estadística: inventó la línea de regresión, fue un pionero en el uso de la distribución normal e introdujo el concepto de correlación. Pero es que su afán por cuantificar todo adquirió tintes antológicos, y en ocasiones casi cómicos. Por ejemplo, trató de calcular la eficacia de las oraciones, midiendo el tiempo de vida en varias profesiones. Para ello calculó la edad media de muerte de personas distribuidas entre profesiones para medir la eficacia de las plegarias. Como los clérigos vivían una media de 66,42 años, menos que abogados o médicos por ejemplo, Galton concluyó que las oraciones no eran eficaces. Galton estudió tam­bién 10.000 sentencias para demostrar que los jueces tenían predilección por las condenas de 2,3 9,12,15,18 y 24 meses, pero ninguna por las de 17. Asimismo, midió la belleza de las mujeres de Gran Bretaña apuntando el número de guapas y feas que veía en las distintas ciudades del país; y observó los movimientos de impaciencia o nerviosismo para trazar un índice de aburrimiento, y hasta puso sensores en unas sillas para medir los movimientos de sus ocupantes y ver si se podía adivinar por ellos cuándo había simpatía o animadversión entre ellos.

Galton es incluso un pionero en algo tan común hoy en día como las huellas digitales. Durante diez años investigó huellas y fue él quien sugirió que podía ser un instrumento muy válido para la identificación forense. De hecho, calculó que la posibilidad de que dos personas tuvieran la misma huella era de una entre 64.000 millones. Scotland Yard le hizo caso y en 1905 ya tenía una base de datos de 90.000 huellas. Unos años después, Galton, que siem­pre investigó por su cuenta y ries­go, recibió el título de Sir.

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